Inmunizados contra el hambre


Naciones Unidas dicen que estamos ante la crisis de hambre más importante desde que desde que se fundó en 1945. Por intensidad y por extensión. Son 129 millones de personas. Seguramente no lo sabíais. La noticia no pasó de un rincón en los periódicos y telediarios. Quedamos indiferentes. Nosotros, los medios y el poder político.

Y la perspectiva es realmente muy grave. Si escuchamos a la gente que han conocido la situación en Yemen, Somalia, Sur Sudán y Chad, su testimonio estremecedor. Muy estremecedor y crudo. Gente con años de experiencia en el sector humanitario, vuelve desencajada.

¿Y porque aquí estamos completamente indiferentes al drama? ¿No nos afecta que la gente muera de hambre? ¿No nos preocupa que sean millones? ¿Hemos perdido el espíritu solidario?

No, no lo hemos perdido, pero la enésima hambre en el mundo actúa como una vacuna que nos inmuniza a reaccionar como deberíamos. Hace muchos años que hablamos de hambre. Hace mucho tiempo que nos explican el hambre como caído del cielo. Hace mucho tiempo que nos transmiten el mensaje de que haciendo un donativo lo resolveremos o mitigaremos. Hace muchos años que las imágenes de hambre son las de negritud, desolación y pena. A menudo de indignidad.

Y a todo esto se añade un efecto tan injusto o inmaduro como humano: la distancia. Estan muy lejos y no podrán llegar aquí. Para muestra, un botón, los refugiados. Hace decenas de años que la situación de los refugiados en el mundo es una vergüenza para la humanidad, pero ha sido necesario que lleguen a nuestro país para que veamos el problema y lo consideramos grave.

Por parte de las entidades y los medios tenemos el deber pendiente de explicar que no hay fatalidades sino causas. Explicar que los donativos y las intervenciones de emergencia solucionan situaciones (parcialmente) pero no solucionan los problemas que las causan. Las situaciones se repiten porque en verdad no fuimos solucionar las causas de la anterior. Solucionamos la urgencia pero no el origen de esta

Por parte de la ciudadanía hay que madurar nuestro sentimiento solidario y ir más allá de una imagen del mundo hecha de fotos fijas sin profundidad de campo. Sólo si abrimos el foco, sólo si investigamos las causas, sólo si a la ayuda de emergencia le añadimos acciones e inversión para combatir lo que de verdad lo provoca, haremos una solidaridad madura.

Sólo alrededor del lago Chad hay abandonadas 12 millones de personas desplazadas que sufren esta crisis de hambre. Dad dinero para que podamos llegar a todos ellos, pero al día siguiente de dar por ellos, buscad a alguna entidad que trabaje por las causas y allí invertir el doble de dinero.

Debemos exigir que vengan los refugiados que se ha comprometido a acoger el gobierno español. Por compromiso ético y político. Porque es una parte de la solución. Pero también para no olvidar que tras ellos, más lejos, hay millones de refugiados sin techo, sin agua y sin alimentos. Inmunizarnos contra el sufrimiento ajeno o no querer mirar no es una opción con 90 millones de desplazados y 129 de hambrientos en el mundo. Sólo posponemos los problemas. Y con ello contribuimos a que crezcan solos. Maduremos. ¡Cojamos el toro por los cuernos!

Más información:



Artículo publicado en catalan en la revista "El Portal" de Centelles num. 272 de Abril del 2017 y en castellano en el blog Pobreza Cero de la Coordinadora española de ONGD





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